La estructura narrativa de las películas de Disney está elaborada desde la perspectiva de los cuentos tradicionales (maravillosos y de animales). Algunos de ellos, escritos durante los últimos tres siglos han sido descargados de elementos macabros y de finales un tanto sádicos que en la época eran considerados la parte fundamental de la fábula y la metáfora: La Bella y la Bestia, de Madame Le Prince de Beaumont (1711-1780); La Cenicienta, de los hermanos Grimm, quienes adaptaron algunos cuentos tomados de Charles Perrault (La Bella Durmiente del Bosque, La Cenicienta, Caperucita Roja, El Gato con Botas, Barba Azul, Pulgarcito...), y contribuyeron decisivamente a la noción moderna del cuento popular; el danés Hans Christian Andersen (1805-1872)...

Estos cuentos, como explica ALMACELLAS, Mª Ángeles en "Los Cuentos de Charles Perrault y su Carácter Formativo" tenían como función educar y formar a la infancia en un momento en el que la transmisión escrita estaba aún en desarrollo y la mayor parte del folklore y las historias tradicionales se transmitían de forma oral. Las historias, en las que los personajes pasaban siempre por dificultades y situaciones problemáticas, hacían florecer la iniciativa, los buenos sentimientos y el coraje de los protagonistas, que siempre salían victoriosos y que condenaban a los personajes malvados a un padecimiento un tanto grotesco.
La utilización por parte de Disney de estas historias las ha dotado de una carga ideológica que minimiza las consecuencias, reduce la experiencia vital del protagonista para adecuarlo a los estándares culturales que desean mostrar y sobre todo, conforma un sistema de creencias que legitima un etnocentrismo que contribuye a minimizar la diversidad cultural.
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